Sombrero de Copa

Creo que la película que más veces he visto en la vida es Sombrero de Copa de Ginger Rogers y Fred Astaire. Recuerdo de pequeña, aprovechando que mi padre se iba al fútbol, que mi madre me preguntaba:
¿Quieres ver una película en blanco y negro?» Y la primera de ésas, fue este musical, de 1935. No era muy habitual que a una niña de colegio le gustaran ese tipo de películas, pero sigue estando entre mis favoritas y de las pocas que tengo en DVD.

La verdad es que es delicioso ver bailar a este par, si existía la perfección -pensaba-, debía ser algo parecido a lo que ellos hacían. No importaba que los decorados fueran de cartón piedra, que no existiera el estéreo o el high definition o que los guiones fueran simplones. Divierte, entretiene y hace sentir algo especial, es lo que marca la diferencia en cada uno al ver una película, leer un libro o escuchar una canción. Me transporta a esa época, en que la vida sería difícil y sin tantas opciones de ocio como ahora, en qué sentirían esos espectadores de los años 30 al evadirse con filmes de este tipo.

El «Piccolino», «Isn’t This A Lovely Day to Be Caught In The Rain» o el romántico «Cheek to Cheek», son un disfrute para la vista y el oído. Mi madre siempre me decía en este último baile: «¿de qué color será el vestido? Fíjate como va perdiendo plumas». Elegancia al cuadrado.

Heaven, I’m in heaven.. And my heart beats so that I can hardly speak; And I seem to find the happiness I seek, when we’re out together dancing, cheek to cheek.

Oh! I love to climb a mountain, and to reach the highest peak,
But it doesn’t thrill me half as much as dancing cheek to cheek.
 

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